miércoles, 9 de julio de 2014

Llueven gorriones

Mi padre trabajaba en la fábrica de los hules, que estaba justo detrás de la estación, en muchas ocasiones, al acabar su jornada, le sorprendía una tormenta. El agua ya había inundado los pasos bajo los puentes y a duras penas, podía alcanzar la Rambla para volver a casa.

De subida, por la rambla, la fuerza de la lluvia, arrancaba multitud de gorriones que vivían entre las ramas de los árboles, que adornan esta zona de nuestra ciudad, mi padre los recogía del suelo, y llegaba a casa con ellos.

Para nosotros, su familia, era una sorpresa y a la vez una fiesta, cuando aparecía por la puerta, con semejante botín. Mi madre los desplumaba y como si de un manjar se tratara, esa noche teníamos, tapita de gorriones.

Fuente: Fina Roldán Zapata
Edición: Recuerdos de Gavà



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