Eso sí. Nuestro barreño se vino con nosotros.
En los calurosos días de verano, lo dejábamos al sol, y como si de nuestra piscina se tratase, íbamos pasando uno a uno todos los hermanos, para refrescarnos en nuestro pequeño oasis.
Si tenías la suerte de ser el primero, todo iba bien. Te tocaba agua cristalina. Pero si ese día te quedabas para el final..... pues eso, que ya no te veías los pies....
Pero qué bien lo pasábamos!
Y si nos esforzábamos un poco, lo podíamos convertir en un jacuzzi. Hasta burbujas teníamos. Y ya sabíamos todos cómo las podíamos conseguir.... jajaja
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