miércoles, 2 de julio de 2014

Las hogueras de San Juan

Cuando acababa el colegio, ya comenzábamos. Maderas de palets, ramas de árboles, muebles viejos. Todo era bueno para nuestra hoguera. Porque la nuestra tenía que ser la más grande.

Recuerdo cómo el trozo de campo donde íbamos reuniendo todo lo que quemaríamos en la verbena de San Juan, se convertía en nuestro particular parque de atracciones. Subir y bajar de las maderas y ramas de árboles, que injustamente habíamos mutilado, se convertía en nuestro primer entretenimiento del verano. Juego que se cobraba alguna herida en las piernas y brazos, por un mal paso o un pequeño traspiés que nos hacía clavarnos una punta de hierro o alguna espina de las maderas viejas que allí teníamos.

Y la regla de oro era, no montar la hoguera hasta el último día. Ya nos había pasado el año anterior, que por las prisas de ver si la nuestra era la más grande, habíamos hecho el montón de leña un día antes de la verbena y nos la encontramos a la mañana siguiente, convertida en cenizas.

¡QUE CABRONES LOS DE LA HOGUERA DE AL LADO! (perdón por la expresión)

La experiencia es un punto, y además de no montarla hasta el mismo día 23, nos organizábamos para hacer guardia, y evitar así que nuestros "enemigos" de la hoguera de al lado, nos robaran nuestro tesoro.

Por fin llegaba el día, y los mayores se encargaban de poner el mástil. El gran palo, alrededor del cual, a poco a poco íbamos creando la gran pila. Metíamos petardos entre las ramas y maderas para la gran fiesta.

La hoguera de San Juan no estaba completa, hasta que con ropa vieja de algún padre, una pelota y relleno, hacíamos un muñeco que la coronaba a una altura de 6 metros. Inconscientemente, recreábamos el sacrificio de las brujas, que en su día, muy probablemente de forma injusta, ardían hasta morir.

Al caer la noche, con antorchas caseras, comenzaba la fiesta. Como si todos nos pusiéramos de acuerdo, prendíamos fuego a nuestra hoguera, y la comparábamos con la de los vecinos. Y el campo se iluminaba, y el calor se unía al del verano. Empezaba el estruendo de la pólvora, y la fiesta en la calle se alargaba hasta que salía es sol....


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