miércoles, 30 de julio de 2014

La Blasa II

Después de escribir el primer artículo sobre la Blasa, me llegaron muchos comentarios completando la historia de esta mujer.

Si queréis leer la primera parte, podéis acceder a ella en este enlace:

La Blasa

Lo que me contaron después:

-Yo la conocía personalmente porque vivía en Can Tintoré y mi abuela en Albarrosa y cuando iba a ver a mi abuela, pasaba por al lado de la cueva. Yo hablé con ella muchas veces y cuando estaba ebria era una vagabunda pero le gustaba vivir así y le dábamos comida. A mi nunca me dio miedo, ni la insulté, ni le tiré piedras. Ella era feliz con sus perros y su bata. A veces me pedía cerveza o vino. Yo le decía: -Blasa, tienes que comer. Pero ella prefería el alcohol. Y sí, tenía muy mala leche, y se metían con ella, pero poneos en su lugar. Murió feliz. Un día fui a casa de mi abuela y ya no estaba. Ni ella ni los perros. Que Dios la bendiga donde quiera que esté.

Melania Pinos Suñé


-Ella mendigaba y donde encontraba comprensión, no faltaba el respeto. Le gustaba hablar. Yo la recuerdo pidiendo por el Poblado Roca, que es mi barrio, y allí nadie le insultan. Y dentro de los años duros que se vivían, la gente le daba comida. Me parece muy fuerte que se le la recuerde como una alcohólica  y como si fuese una bruja. Cuando pasaba por mi casa, se sentaba con mi abuela un ratito pero nunca pidió vino. 
Vivía libre con quien quería:  sus perros.

Rafi Plata González



-Yo la conocía porque pasaba cada día cuando iba al colegio y jamás se metió conmigo.

Maria Jose Mendez


-A mi me cogió del brazo y los demás salieron corriendo gritándole, y me acuerdo que me dijo:
-No tengas miedo hijo, ellos son muy malos. 
Yo temblaba. Yo era pequeño, y esto ocurrio en donde esta ahora el polideportivo Can Tintoré

Antonio Fernández Márquez

-Yo también la conocí, y como todos los niños de mi época le teníamos "miedo". Siempre estaba con sus perros y en una bodeguilla que había en la calle San Pedro, al lado de la fábrica de hielo, cerca de donde está la guardería Ralet Ralet.

Gines Castillo Royo



Yo también soy del Poblado Roca, y la conocía. Era muy buena mujer, nunca se metía con nadie. Cada semana venía a pedir limosna y se le daba lo que se podía. Todos los domingos iba a misa de 12,  en la Iglesia del Poblado (la del tobogán). Cuando no venía se le echaba de menos...
Recuerdo una vez que estuvo unos dias sin venir, y entonces fueron mi madre y alguna vecina más del bloque a ver si la veian por su cueva ....... yo había escuchado que la llevaron a una residencia y allí murió.
Alicia Puig


-Cuando se llega a vivir como lo hizo Blasa es por un motivo y mucha gente no lo sabe, solo sabe que era una vieja cascarrabias que le daba al alcohol, los niños que a veces son muy crueles (y me incluyo yo) cuando veíamos a la Blasa le decíamos cantando:

-Blasa tócame la Brasa!!!!

Ella nos miraba y alguna vez, de vez en cuando, te contestaba con un insulto (normal, la pobre..). 
Yo dejé de hacerlo cuando mi madre nos contó su historia:

Blasa era en su juventud modista y siendo muy joven se casó con un mozo muy apuesto de Viladecans. Cuando estaba haciendo la mili en Zaragoza, en unos de sus permisos, viniendo a ver a su esposa, (que por cierto estaba embarazada de meses),  tuvo un acidente y murió. La Blasa al saber la noticia, de la misma pena no pudo aguantar el embarazo, poco a poco se dio a la bebida y se abandonó. 
Por eso no hay que juzgar a nadie cada uno tiene su historia y esa es la que me conto mi madre, si es cierta o no, es otra cosa.

Chus Pascual Perez



Primer aniversario



Parece que fue ayer... y ya ha pasado un año!!

El 30 de Julio de 2013 nació Recuerdos de Gavà.

Nació gracias a otro estupendo grupo que ha cumplido 5 años: Fotos Antiguas de Gavá. Y juntos hemos recorrido estos doce meses.

Nuestro grupo intenta cubrir ese vacío, que much@s gavanenes tenemos: El no tener las fotografías que plasmen nuestros recuerdos. Recuerdos de nuestra infancia y juventud, que quedaron en nuestra mente y que desde aquí pretendemos, entre todos que no caigan en el olvido.

Los primeros días era un subidón total. Ver como la gente se iba uniendo y escribiendo. El buen rollo, desde entonces es la ley no escrita.

Hay pocas normas en nuestro grupo, pero las pocas que hay, (ver descripción), en general, se respetan. Y ese respeto y el mantenimiento del buen rollo es lo que ha permitido que haya ido creciendo, hasta hoy.

Gracias a tod@s. A los casi 1700 miembros que somos ya.

Gracias a los que escriben, y a los que leen. A los que están y a los que volvieron.

Podéis pedir un deseo. Veréis cómo se cumple...

!!FELIZ ANIVERSARIO!!!





miércoles, 16 de julio de 2014

El Padre Andrés



Si se pudiera definir con una única palabra al Padre Andrés, esa palabra sería:

BUENO

El Padre Andrés era uno de los mejores curas que yo he conocido. Y digo era, no porque haya muerto, sino porque dejó los hábitos para vivir su propia vida de amor.

Todos los domingos íbamos a misa. No había día que no se llenara la Parroquia de San Nicasio, que, entonces estaba en la Riera San Lorenzo. Incluso se tenían que dejar las puertas abiertas y poner sillas de madera en el espacio que quedaba hasta la calle, para poder alojar a todos los feligreses.

La voz del Padre Andres, (voz de cura) grave, lenta, sonaba con solemnidad en la iglesia. Confieso que alguna vez me entraba sueño, pero prometo que escuchaba el sermón.

Lo que más me gustaba era cantar. Y es que en la misa se cantaba con alegría, canciones al son de las guitarras. Era como una fiesta.

También recuerdo, cuando la sala se convertía en cine y por muy poco dinero, podíamos ver una película, el sábado por la tarde.

El Padre Andrés, nunca se enfadaba. Nunca gritaba. Siempre ayudaba a quien lo necesitaba.

En una ocasión alguien dijo refiriéndose a él:

-Este hombre ha dicho que.....

Y los demás que le escucharon, saltaron sobre él:

-Pero, ¡qué falta de respeto!!! ¿Cómo dices "este hombre" a un Padre?

Y el Padre Andrés les contestó:

-No importa. Tiene razón. Antes que Padre soy Hombre.

 

lunes, 14 de julio de 2014

Barreños al sol

Cuando desde las Casitas de San Rafael nos mudamos a las Farreras, fue como llegar por fin a la civilización. Imagínate el cambio: de tener como aseo un cubo, a disfrutar de dos lavabos en nuestra casa.... FUE DESCOMUNAL.

Eso sí. Nuestro barreño se vino con nosotros.

En los calurosos días de verano, lo dejábamos al sol, y como si de nuestra piscina se tratase, íbamos pasando uno a uno todos los hermanos, para refrescarnos en nuestro pequeño oasis.
Si tenías la suerte de ser el primero, todo iba bien. Te tocaba agua cristalina. Pero si ese día te quedabas para el final..... pues eso, que ya no te veías los pies....

Pero qué bien lo pasábamos!

Y si nos esforzábamos un poco, lo podíamos convertir en un jacuzzi. Hasta burbujas teníamos. Y ya sabíamos todos cómo las podíamos conseguir.... jajaja

Y la fiesta se acababa, cuando tu madre, jabon Lagarto en mano, tiraba el agua al suelo, y se lo llevaba para hacer la colada semanal.




Fuente: 

Antonio Fernández Marquez

Ana M Pozo Hidalgo
Chus Pascual Perez
Antonio de la Cruz

Edición: Recuerdos de Gavà




  



viernes, 11 de julio de 2014

La Pineda

Ayer llevé a mis hijos (3 y 9 años) a  uno de estos parques infantiles que tenemos ahora en la mayoría de ciudades. Llenos de hinchables, bolas, túneles y toboganes.

Mientras los observaba saltar en una de las camas elásticas, llenas de protecciones por los cuatro costados, en uno de sus saltos se dejó ver los muelles que soportan la lona flexible, de los bordes fijos.

Y entonces me vino a la memoria La Pineda.

Los domingos íbamos con nuestros padres, y como si de un ritual se tratara, mientras ellos se tomaban un café, mi hermana y yo sacábamos con una moneda de 25 pesetas, un gran puñado de pistachos de la máquina de la barra, y nos los comíamos en una de las mesas.

Después, como cada semana, nos tocaba hacerle la pelota a nuestro padre, para que nos sacara un ticket de media hora, para las camas elásticas. Con el papelito en la mano íbamos al recinto que estaba a pocos metros, donde ya saltaban 10 o 12 niños. Y a esperar....

Sentir la ingravidez en cada bote era espectacular. Sentir que sólo el aire te sujetaba durante esos dos segundos, conseguía trasladarte a un mundo mágico. Como los artistas del circo, hacías una voltereta y mirabas al niño de al lado que se le llenaba la cara de envidia porque él no lo sabía hacer....

Un descanso por favor.

Tumbada boca abajo con toda la cara entre dos de los muelles del borde de la colchoneta, mirabas hacia abajo para ver el gran agujero que quedaba tapado. Y te sorprendía ver la cantidad de hojas de pino que allí se habían acumulado. Y después boca arriba dejabas que la sombra de los propietarios de esas hojas, refrescara tu cara, para coger aliento, y poder seguir saltando un ratito más....



miércoles, 9 de julio de 2014

Llueven gorriones

Mi padre trabajaba en la fábrica de los hules, que estaba justo detrás de la estación, en muchas ocasiones, al acabar su jornada, le sorprendía una tormenta. El agua ya había inundado los pasos bajo los puentes y a duras penas, podía alcanzar la Rambla para volver a casa.

De subida, por la rambla, la fuerza de la lluvia, arrancaba multitud de gorriones que vivían entre las ramas de los árboles, que adornan esta zona de nuestra ciudad, mi padre los recogía del suelo, y llegaba a casa con ellos.

Para nosotros, su familia, era una sorpresa y a la vez una fiesta, cuando aparecía por la puerta, con semejante botín. Mi madre los desplumaba y como si de un manjar se tratara, esa noche teníamos, tapita de gorriones.

Fuente: Fina Roldán Zapata
Edición: Recuerdos de Gavà



lunes, 7 de julio de 2014

A la playa



Después de comer, a eso de las tres de la tarde, nos poníamos el bañador, cogíamos las toallas, la sombrilla, las tumbonas, el cubo, las palas, el rastrillo, las pelotas hinchables, la nevera con el agua, refrescos, los bocatas, fruta.... en fin, lo mínimo imprescindible para ir a la playa.

El protector solar, no...

Después nos subíamos al coche, un dos caballos, sin cristales tintados, sin cinturones traseros (los delanteros tampoco se usaban. Hacía mucha calor), sin airbags, sin aire acondicionado, sin radio, sin GPS, sin ABS.... en fin, "pa'bernos matao"

Después de 10 minutos de viaje y media hora para encontrar un sitio, llegábamos al paraíso. Sólo quedaba atravesar los pocos metros de arena incandescente que separaba la pineda, del agua.

Mi padre pinchaba el palo de la sombrilla en la arena, mi madre colocaba las cosas alrededor, y mientras tanto, ya estábamos nosotros, los hijos, en el agua, jugando con las olas, buscando pechinas con las manos, saltando los unos de los hombros de los otros, haciendo el muerto, nadando....

Llegaba la hora de merendar. Pero qué hambre que da la playa!!! El bocata de salchichón era el manjar del día. Y después un melocotón fresquito (con un poco de arena algunas veces, pero daba igual).

Y después, a esperar un poco, porque si no, se cortaba la digestión... 

Aprovechábamos ese rato para hacer un castillo en la orilla, con un caminito que traía el agua del mar a nuestra fortaleza. O para enterrar nuestro cuerpo y salir después como si nos hubiésemos convertido en zombis.

Después del último baño, ya casi poniéndose el sol, nos teníamos que ir con los bañadores mojados, (por no pasar la vergüenza de cambiarse allí, delante de todo el mundo). Nos sentábamos de nuevo en los asientos de nuestro dos caballos encima de unas toallas y al llegar a casa, mirábamos la marca de agua que había dejado nuestro culo.

Y al día siguiente, con la piel aún roja o pelándose como la de las serpientes, a eso de las tres, volvíamos de nuevo a pasar la tarde en nuestra maravillosa playa de Gavá.
 

miércoles, 2 de julio de 2014

Las hogueras de San Juan

Cuando acababa el colegio, ya comenzábamos. Maderas de palets, ramas de árboles, muebles viejos. Todo era bueno para nuestra hoguera. Porque la nuestra tenía que ser la más grande.

Recuerdo cómo el trozo de campo donde íbamos reuniendo todo lo que quemaríamos en la verbena de San Juan, se convertía en nuestro particular parque de atracciones. Subir y bajar de las maderas y ramas de árboles, que injustamente habíamos mutilado, se convertía en nuestro primer entretenimiento del verano. Juego que se cobraba alguna herida en las piernas y brazos, por un mal paso o un pequeño traspiés que nos hacía clavarnos una punta de hierro o alguna espina de las maderas viejas que allí teníamos.

Y la regla de oro era, no montar la hoguera hasta el último día. Ya nos había pasado el año anterior, que por las prisas de ver si la nuestra era la más grande, habíamos hecho el montón de leña un día antes de la verbena y nos la encontramos a la mañana siguiente, convertida en cenizas.

¡QUE CABRONES LOS DE LA HOGUERA DE AL LADO! (perdón por la expresión)

La experiencia es un punto, y además de no montarla hasta el mismo día 23, nos organizábamos para hacer guardia, y evitar así que nuestros "enemigos" de la hoguera de al lado, nos robaran nuestro tesoro.

Por fin llegaba el día, y los mayores se encargaban de poner el mástil. El gran palo, alrededor del cual, a poco a poco íbamos creando la gran pila. Metíamos petardos entre las ramas y maderas para la gran fiesta.

La hoguera de San Juan no estaba completa, hasta que con ropa vieja de algún padre, una pelota y relleno, hacíamos un muñeco que la coronaba a una altura de 6 metros. Inconscientemente, recreábamos el sacrificio de las brujas, que en su día, muy probablemente de forma injusta, ardían hasta morir.

Al caer la noche, con antorchas caseras, comenzaba la fiesta. Como si todos nos pusiéramos de acuerdo, prendíamos fuego a nuestra hoguera, y la comparábamos con la de los vecinos. Y el campo se iluminaba, y el calor se unía al del verano. Empezaba el estruendo de la pólvora, y la fiesta en la calle se alargaba hasta que salía es sol....