En una cueva, al lado del campo de fútbol, vivía la Blasa.
Su única compañía eran sus perros. Y su botella de vino.
No recuerdo haberla visto nunca, pero su fama se extendía por toda Gavá.
Mujer delgada, de mal carácter, ya mayor. Espantaba con su vara a todo el que se acercaba a menos de 10 metros de su casa.
Los niños de la época, pensando que se trataba de una bruja, le insultaban y tiraban piedras. Y ella, como si de un juego se tratara, los espantaba y corría detrás de ellos.
Frecuentaba el Bar Ramblas donde siempre le fiaban un vermut casero.
En su juventud, había sido una mujer muy atractiva. Dicen los que la conocían (o tal vez no), que había ejercido de prostituta.
Hubiese estado bien, haber podido escucharle. Con toda seguridad, sus historias, llenarían las hojas de un libro.
Muchas veces la incomprensión, aísla a las personas.
Murió sola.
Y si queréis saber lo que me contaron después....
LA BLASA: PARTE II
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