Allá por los años 80, siendo yo una niña, iba con mis padres y mi hermana, una vez a la semana a por agua al chorro de la Sentiu.
Nosotros le llamábamos así: El Chorro.
Por la carretera de La Sentiu, al llegar a dónde está ahora la urbanización del mismo nombre, te apartabas a la derecha por una carretera, hasta que llegabas a una cadena donde empezaba un camino de tierra. Allí dejábamos el coche y cargábamos con 4 o 6 garrafas de cristal, de aquellas que tenían una funda de plástico duro para poderlas transportar. Y después de unos pocos cientos de metros, llegabas a la fuente. Al Chorro.
El agua cristalina de la montaña, aparecía en un chorro continuo a través de una tubería y descargaba su flujo en un estanque.
Recuerdo que mientras mis padres hacían cola para llenar las garrafas, mi hermana y yo mirábamos cómo los renacuajos que vivían en aquel estanque, nadaban entre las algas y semana a semana observábamos cómo se convertían en ranas...
Autora: Mabel Arroyo
Edición: Recuerdos de Gavà
No hay comentarios:
Publicar un comentario