Era muy parecido a este:
Cuando venia a las casitas, en verano, todos los niños salíamos a su encuentro y cuando
estábamos frente a él nos quedábamos con la boca abierta deseando que abriera unas de
sus tapas de aluminio y ver los helados y olerlos.
El heladero entonces nos preguntaba:
-¡Chicos! ¿tenéis dinero?
Y nosotros le decíamos que no...
Él nos miraba muy serio y nos decía:
-Pues ir a vuestras casas y que os den.
Nosotros corríamos hacia nuestras casas gritando:
-Mamaaaaaaaaaa, ¡quiero un heladooooooooooooooo !
Cuando llegábamos frente a nuestra madre que estaba lavando en un barreño con una
tabla de lavar,nos miraba, se secaba las manos en el delantal y muyyyyyyyy despacito,
como si fuéramos tontos, (eso sí, con las manos en jarra), nos decía:
-A ver chicos, ¿vosotros os creéis que vuestro padre y yo tenemos una fábrica de hacer
dinero?. - Jejejeosotros agachábamos la cabeza muy tristes; pero mi madre que era muy lista entraba
en la casa y en un momento nos preparaba una jarra de “Tang” sabor naranja y pan con
chocolate y nos íbamos a jugar tan felices.
Aún me acuerdo de, que algunas noches, me quedaba en vela a ver si oía aquella dichosa
máquina de hacer dinero ¡jajaja!.
Todo hay que decir que siempre me quedaba dormida en el quicio de la puerta. Pero a
veces teníamos suerte y nos daban dinero para comprarnos el helado y con el cucurucho
en la mano me sentaba en el escalón de la puerta y derritiéndose en mi mano, por la
calor que hacía entonces, era la niña más feliz de Gavá. Eso si no venía unos de tus
hermanos y señalándote el cielo con el dedo, te decía
-¡Mira!, un elefante.
Y yo caía como una tonta y cuando te dabas cuenta le había metido un lametón al helado,
que sólo te quedaba la galleta.
¡¡Jajajaja!!
Fuente: Chus Pascual Pérez
Edición: Recuerdos de Gavà
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