jueves, 5 de mayo de 2022

Sangre contra...

Cuando era niña, pasábamos las tardes jugando en la calle. Enfrente de mi casa, era campo. Recuerdo que nos juntábamos a veces cuatro, a veces diez, niños y niñas. Dibujábamos un círculo grande en el suelo de tierra y lo dividíamos en tantas porciones como niños y niñas estuviéramos. A cada porción le asignábamos el nombre de un país.

Cada uno de nosotros poníamos un pie dentro de ese círculo, en la porción que nos había tocado. Quien tenía la pelota, decía:

-Sangre contra... y gritaba el nombre de un país. 

Quien tenía el sector con ese nombre, debía atrapar la pelota, volver al centro del círculo y gritar:

-¡¡SANGRE!!

Entonces todos los demás debían quedar inmóviles. El que tenía la pelota daba tres saltos largos hacia alguno de sus compañeros de juego y le lanzaba la pelota. Éste podía mover el cuerpo pero no los pies. El resto quedaban libres. 

Si el que lanzaba la pelota, le tocaba con ella, cogía el palo y marcaba parte de su terreno, quedándose con él. Si no le tocaba, o el otro la cogía, era él el quien podía invadir el terreno del primero.

Ganaba quien más terreno conseguía.

Los niños ya no juegan a ello. Pero los mayores, sí.

Y yo me pregunto ¿quién tira la pelota la primera vez?

 



viernes, 3 de diciembre de 2021

La zambomba

Cuando yo era niña, y vivía en Gavá, teníamos conejos. Mis padres los criaban y muchos días mi padre cogía uno de ellos de las jaulas donde vivían, para dárselo a mi madre que lo cocinaba al ajillo o con arroz, depende del gusto del día. A veces para algún cliente del bar, a veces para nosotros.

Mi padre lo cogía de las patas de atrás con la mano izquierda y el animal quedaba colgando cabeza abajo. Lo zarandeaba un poco, supongo que con ello el roedor empezaba a marearse, y antes de que se diera cuenta, recibía un golpe certero en la nuca que mi padre le asestaba con el borde de la diestra, al estilo Kung Fu. A veces acertaba a la primera, a veces necesitaba un segundo golpe detrás de las orejas para terminar el sacrificio...

La sangre empezaba a salir por la nariz del conejo. En la pared del lavadero había un gancho y una palangana en el suelo. Con una cuerda le ataban de una pata y le colgaban del gancho para que escurriera la sangre durante unos minutos. Un hilo de sangre teñia de rojo la palangana...

 Mientras tanto mi madre buscaba el cuchillo y volvía. Con una pequeña incisión en la pata, le abría la piel y dejaba al descubierto la carne. Tiraba del pelaje hacia abajo con fuerza y lo dejaba desnudo como si le estuviese quitando un jersey. Yo observaba el ritual detrás de mi madre. Ella de espaldas a mí, yo enfrente de la carne roja y brillante que nos comeríamos en pocas horas. Sus manos seguían moviéndose. Ahora cortaba la ingle y rajaba el abdomen. Las tripas quedaban al descubierto, ella metía las manos en sus entrañas y con un giro, sacaba todos los intestinos y vísceras del interior del animal que caían a la palangana. Cortaba las patas peludas y dejaba la carne en una bandeja, se limpiaba las manos y se llevaba el manjar a la cocina.

Yo me quedaba allí observando, la cuerda colgada del gancho, la pata de conejo colgada de la cuerda, la pared de azulejos ensangrentada, las tripas en el suelo, dentro de la palangana, la piel marrón grisáceo del conejo, un poco más allá...

Una de esas veces, llegó mi padre y cogiendo el abrigo del conejo me dijo:

-Verás que vamos a hacer con esto!!

Dejó la piel al sol unos días y cuando el interior estuvo seco, cogió un tiesto, y lo cubrió por la parte ancha con la piel del conejo dejando el pelo hacia adentro. Lo ató con una cuerda muy, muy fuerte. Hizo un agujero en el centro y le metió un palo.

-¿Qué es eso, papa?
-Esto es una zambomba

Y con la mano de mi padre frotando el palo de arriba a abajo, la piel del conejo sacrificado empezó a cantar....

Esta noche es Nochebuena 

y mañana Navidad

abre la bota María 

que me voy a emborrachar...

Foto: https://navidad.es/como-hacer-zambomba/

martes, 9 de febrero de 2021

Un globo extraño

Si la memoria no me falla, sería a principios de los años 80. Tal vez tenía 10 o 12 años. Yo salía de ca la Paquita de comprar el pan y al bajar el pollete de la entrada de la tienda, miré al suelo y en la acera ví un globo aplastado. No era un globo como los demás. Era transparente y muy alargado. También era más finito de lo que normalmente es un globo. En la punta tenía una forma más estrecha. Era un globo muy original. Lo probé soplando en su interior y pude comprobar que no estaba pinchado. Así que, me lo llevé a casa.

Cuando llegué a la cocina, dejé el pan sobre el mármol y me fui al lavadero con mi tesoro. Le puse agua y jabón y lo lavé por dentro y por fuera como si fuera un calcetín. Lo llené de agua y lo vacíe varias veces para que quedara bien limpio y después fui al patio donde estaban las cuerdas para tender la ropa y con una pinza lo sujeté para que se secara al sol. En muy poco rato, se secaría y ya podría jugar con él.

No sé en qué parte de la casa estaba. Tal vez en el lavabo o en mi habitación, cuando oí a mi madre gritar:

-¡¡¡PERO QUIEN HA PUESTO ESO AHÍ!!!

Entendí rápidamente que se refería a mi globo y fui corriendo para decirle a mi madre, que era mío, que me lo había encontrado en la calle y lo habia lavado. Le quería decir también que lo había colgado para que se secara y poder inflarlo y jugar con él.

Pero cuando llegué al patio, ya no estaba mi globo. Estaba sólo la pinza con la que lo había tendido. Mi madre estaba enfadada y ya no me atreví ni a preguntar. Sólo podía pensar: Creo que no era un globo.

Y no. No era un globo. Aunque sí era de látex. 



jueves, 5 de enero de 2017

Los Reyes Magos existen

Cuando era niña, allá por los años 80, fuimos de excursión toda la clase de 4º de EGB a Radio Gavá a grabar un programa. Me encantó ver, cómo era una emisora por dentro. Era un lugar pequeño con una mesa llena de botones. La pared de enfrente era de cristal y al otro lado había otra estancia con más aparatos que manejaba un señor con auriculares. Después de la visita, escogieron a una niña de la clase para hacerle una entrevista. Recuerdo que era por estas fechas.

Una de las preguntas que le hizo el locutor fue:

—¿Quiénes son los Reyes Magos?

Para aquella niña, tan lista como era, una pregunta así, resultaba obvia. Con una sonrisa en la boca, sabiendo la respuesta exacta, contestó:

—Los padres.

La cara del locutor cambió por completo. Se echó las manos a la cabeza. Estábamos en LA RADIO!!! Pero como podía decir una mentira tan gorda!!!!

—Nooo!!!—dijo el locutor mirándola fijamente—Los Reyes Magos son Melchor, Gaspar y Baltasar.


Pero la niña se rió y en su interior pensaba que ese hombre estaba equivocado y que era tonto de remate.

Los siguientes días, la niña se pegaba a la radio en su casa para escuchar como había quedado su magnífica entrevista. Pero nunca se retransmitió. Y no entendió porqué.
Con el tiempo, y habiendo sido madre, por fin le quedó claro. Vaya cagada... (perdón por la expresión)

No me imagino lo tristes que habrán estado los Reyes Magos todo este tiempo por culpa de ella.

Para intentar arreglarlo, este año les ha escrito esta carta:


Queridos Reyes Magos:

Este año me he portado muy bien.  

Durante muchos años he querido saber cómo quedó aquella entrevista. No sabéis cuánto me arrepiento de haber dicho lo que dije. No se pueden decir mentiras, y menos en público.

Lo más seguro es que la grabación de esa entrevista ya no exista... pero... me haría tanta ilusión tenerla... 

Si me la hacéis llegar, entenderé, que ya no estáis enfadados conmigo por no haber creído en vosotros en el pasado.

Muchas gracias!!


¿Creéis que le perdonarán?

miércoles, 30 de noviembre de 2016

La Calle



Yo no era mucho de salir los fines de semana, pero recuerdo haber estado en La Calle.


Foto de Yago Vato


Cuando ibas a La Calle no entrabas, salías. 

Al cruzar la puerta del pub pisabas el suelo asfaltado, había bordillos, las mesas estaban en la acera y al otro lado la barra. La música lo inundaba todo y el buen ambiente invitaba a quedarse. 

Tampoco era de beber alcohol, me pedía un refresco, me sentaba con las amigas en una mesa, y nos poníamos a charlar con la boca.

Recuerdo la cabina del teléfono.... un gran símbolo para los de nuestra época...



Foto de Yago Vato


Por aquel entonces (años 80) no había móviles, ni Internet, ni redes sociales, ni Whatsapp... 

Si querías mantener una conversación con tranquilidad con alguien, sin que tus padres, hermanos o abuelos tuvieran la oreja puesta, tenías que salir a la calle con un puñado de monedas de duro y cinco duros y buscar una cabina para poder hablar sin espías... 662... 


Estaría bien tener ahora un bar musical así... Mientras tanto, me conformo con pertenecer al grupo Facebook. Si tú también quieres recordar viejos tiempos en este bar musical únete aquí






martes, 6 de septiembre de 2016

Don Ignacio

En la vida de cada uno, siempre hay un profesor o profesora que destaca en tu memoria sobre los demás, dejándote una huella más profunda que la del resto. Cuando pasa el tiempo y echas la vista atrás, te das cuenta que aquella persona realmente influyó en ti de una forma especial.

En mi caso, hubieron varios, pero me gustaría destacar a Don Ignacio.

Don Ignacio era uno de mis profesores en 7º y 8º de EGB en el colegio Juan Salamero. Sin él nunca hubiese aprendido a escribir correctamente. Él me enseñó ortografía y gramática. Y sobre todo, me enseñó a pensar.

Aún recuerdo en la pizarra su esquema para que aprendiéramos los tiempos verbales. Dibujaba la linea del tiempo, hacia un cuadradillo para indicar cuando se desarrollaba la acción y una flecha para indicar el punto temporal en el que se encontraba el sujeto de la acción. Así entendí el presente, el futuro, el pasado imperfecto, el pasado perfecto, y el pluscuamperfecto. Él si que era un profesor pluscuamperfecto. Más que perfecto. No hay nada como tener verdadera vocación de enseñar. A pesar de que a la mayoría de la clase las explicaciones de Don Ignacio les repampinflaba (dudo que esta palabra exista en el diccionario), él no dejaba de esforzarse por conseguir que algo quedara en nuestras mentes.

Recuerdo que además de lengua, hacíamos una asignatura con él muy divertida: juegos lógicos. Teníamos una libreta que aún conservo. Es uno de mis grandes tesoros.



A mis 13 años, yo tenía la impresión de que simplemente hacíamos pasatiempos.  Eran acertijos series... y con ellos trabajábamos sin saberlo la comprensión lectora, organización, lógica... Y también a pensar de forma crítica, entendiendo que no todo es lo que parece...
Ahora, después de más de 30 años, cuando la hojeo, entiendo que fue una de las mejores asignaturas que pude recibir.









Gracias Don Ignacio!!!

viernes, 26 de agosto de 2016

Tardes de verano en el Tutan

Llegó este recuerdo por correo electrónico. Es de una gavanense que disfrutaba, allá por los 90, de las tardes de verano en el Tutan ¿te suena?

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Recuerdo los meses de verano. Yo iba a la sesión de tarde. Mis padres no me dejaban salir aún de noche, así que iba de 17h a 21h. Mis amigos eran un par de años mas jóvenes que yo, y a ellos, en principio, la discoteca no les permitia entrar a la sesión de noche. Aunque sé de gente que con 14, 15 años hacían la vista gorda. En fin.... que íbamos por las tardes.

A eso de las 16h quedaba con algún amigo/a que vivía cerca para bajar andando hasta la parada del autobús. Desde Can Tintoré, toda la rambla abajo hasta la carretera de Santa Creu. Hay que imaginarse los zapatones que se llevaban en esa época y el flequillo tipo toldo con medio bote de laca encima! Monísima, vamos! 500 pelas en el bolsillo y el DNI. No existían los móviles. Una cosa menos en el bolsillo.

No recuerdo bien... Creo que el bus de ida salía uno a las 16:30 y otro a las 17h... Y creo que era gratis en el viaje de ida y 125 pesetas el viaje de vuelta a Gavà... Creo.... Ah! Y el último bus de vuelta partía a las 21h. Si lo perdías, te tocaba volver andando. Bueno, también había a quien los venía a buscar sus padres, o no sé quien, pero a mí personalmente no.

Los sábados, la entrada a la discoteca, era gratis, y el domingo había que pagar, y te entraba una consumición. Yo, kiwi con piña, o lima limón, o cacaolat, o agua. Nada con alcohol... Pero me lo pasaba muy bien sin él, no me hacía falta.

Volviendo al bus: Recuerdo que iba repleto. Ya venia recogiendo gente de otras poblaciones y, con los de Gavà, se ponía a tope. Y aún le quedaba coger gente en Castelldefels... Pocos eran. Supongo que, por cercanía, no utilizaban tanto ese transporte para ir hasta allí.

Pues bien. El pobre autobús, como digo, iba a reventar de gente, dudo que cumpliera el aforo permitido. No cabía ni un alfiler. A nadie le importaba, claro, era gratis. Viejo, viejo. Reventado, vamos! Y allí íbamos todos animados y asados de calor, en pleno verano, a las cuatro y media de la tarde, con el run run del motor y rezando para que no se parase en mitad de una cuesta. El conductor tenia que reducir de marcha y pegarle un acelerón, y todos aguantábamos la respiración, como intentando ayudar al destartalado transporte. Y al fin, cuando pasaba ese tramo, todos volvíamos a charlar animadamente. Era un alivio llegar al tutan sanos y salvos!
Ya en la puerta, buscabas a los colegas con la mirada. Algunos venían más tarde, otros ya entraban. Era un poco rutina. El mismo rincón dentro de la discoteca, los mismos de siempre, dar una vuelta a la pista de arriba, volver a la pista de abajo para ver quien había llegado... Poco a poco se iba llenando de gente y la música cada vez era mas animada. Te pedías la bebida, y a bailar. A hacer el tonto, vamos! La pista de abajo era mas de música máquina y la de arriba mas de pachangueo, y a ratos lentas. Podías escoger. Yo me pasaba mas rato abajo, y subía de vez en cuando, para estar también con los amigos que escogían esa pista.

Hacía calor, y era una pasada el humo de tabaco que llegábamos a respirar. Y luego la ropa apestaba...

Algunos fines de semana programaban la fiesta de la espuma. Casi nunca asistía en esas ocasiones. No me gustaba acabar empapada de arriba a abajo, y menos habiendo estado rato arreglándome.
En invierno también hacía calor dentro, como es normal, así que te tocaba ponerte algo fino y una buena chaqueta, que dejabas en el guardarropía. Otro gasto! Con lo pobretona que era! Pero ese era un gasto necesario!

Y poco más puedo explicar. Que me lo pasaba muy bien. Que nos daban pases gratis en la parada, y cada semana eran de un color, aun tengo unos cuantos guardados.





Autora: Una Gavanense
Edición: Recuerdos de Gavà



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