No se decía, voy al mercadillo a comprarme ropa. Se decía: Voy al martes. O bien... esta semana no ponen el Martes porque llueve. O... ponen El Martes en otro sitio porque en la Plaza Cataluña está la feria de San Pedro...
En El Martes, podías comprar sobre todo, ropa a buen precio. Los de los puestos gritaban:
-Las tengo baratas, María!!! 3 pares cien pesetas!!!
La frase la escuchabas de lejos y luego iba subiendo de volumen hasta que pasando por el lado entraba taladrando en tu oído para después descender de volumen según te ibas alejando.
En los montones de ropa de los puestos, la señora con el niño cogido de su falda removía las prendas. La suya siempre estaba debajo de todas. Tiraba de ella y después de mirarla al sol, sonreía con la ilusión de haber encontrado la mejor oferta.
-!Me la llevo!- decía la mujer dándosela al gitano para que se la cobrara.
Con la bolsa de plástico en la mano, con su falda dentro, arrastrando el carro de la compra y el niño cogido en la otra mano, desaparecía entre la multitud, mientras sonreía por la alegría de tener algo que estrenar al día siguiente.
Y... si el martes no podías ir al Martes, tenías otra oportunidad el miércoles. Porque el miércoles ponían el Miércoles en Viladecans....
Foto de Francesc Cabo Miralles |
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