Si te digo que su nombre es Antonio, seguro que no sabes de quien te hablo. Sin embargo, si oyes Totovires, sabrás quien es. ¿Verdad?
Muchos de los niños a los que espantaba, defendiendo sus ciruelos, su propiedad, o su siesta, deben de tener ahora la edad que tenía él entonces.
Y es que... las ciruelas eran suyas. Los que se metían en su casa y los que interrumpían su descanso, éramos nosotros.
Yo no recibí nunca un perdigonazo, pero sé de muchos que sí lo recibieron.
Recuerdo al Totovires con su carretilla por el camino que iba desde su casa hasta un apartado que estaba a medio camino entre los edificios de la Granja Díaz y la riera. Allí llevaba la basura. Después los gatos aparecían en manada para alimentarse de aquellos restos.
¡Ostras! Los gatos.... ¡Había épocas que parecía que había miles! Ellos también sufrían las "travesuras" de los niños. Pero eso.... prefiero no recordarlo.
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