miércoles, 25 de marzo de 2015

El dia de La Palma

En los primeros días de primavera, comienza a brotar la borraja. Esta planta silvestre de florecillas azules inundan nuestros campos.  Y junto a ellas las espigas.

Dando un paseo, las he podido ver, una de estas tardes. Y con su imagen, he revivido un recuerdo de cuando vivía en Gavá:



 


El dia de La Palma.

El domingo anterior a Semana Santa, es el día de La Palma o Domingo de Ramos. Ese día tocaba estrenar ropa, para que, según la creencia, nos diera buena suerte. No sé si sería o no verdad, pero para las niñas era una gran alegría, estrenar el traje nuevo que nos había hecho nuestra madre.

Los días previos,  recuerdo que nos divertíamos, haciendo nuestra propia palma. Cogíamos flores de borrajas y por el agujerito que dejaba, metíamos el tallo de las espigas.

Era algo así:




Cuando hoy las he hecho recordando aquellos tiempos, y mis hijos las han visto, han exclamado:

-¡Ala! ¡Qué bonito!

Y yo sonriendo les he contestado:

-Sí, sí que lo son....









viernes, 6 de marzo de 2015

Cuando no puedo dormir

Cuando no puedo dormir, pienso en la playa de Gavá.

Con la luz apagada y los ojos cerrados traigo a mi pensamiento mis mejores recuerdos. 

Me imagino, como en el pasado, sentada en la orilla, al atardecer, mirando al horizonte. 

Veo la linea que separa el mar del cielo y empiezo a relajarme. Un barco.

Miro las olas que rompen espumosas en la arena empujando una concha que gira hacia mí...

.... y entonces bostezo...


Foto de Antonio Fernández. Miembro del grupo Recuerdos de Gavà.

Cierro los ojos y escucho el sonido. 

El murmulllo del agua que va y viene, apacigua mi mente, 

y... por fin, 

los buenos recuerdos me ayudan a sumergirme en un sueño feliz....

jueves, 5 de marzo de 2015

Semana Santa en Gavà

En Viernes Santo, no se podía comer carne. El día comenzaba en la cocina, haciendo el potaje de Semana Santa, con sus garbanzos remojados del día anterior, su bacalao, sus espinacas y sus buñuelos de pan. Mientras hervía en la olla, las natillas y flanes envolvían toda la casa con ese olor dulce que hacía que se hiciera la boca agua.

No se podía comer carne, pero esos días, el ayuno, brillaba por su ausencia...

A la tarde, ya nos preparábamos. El traje de los domingos, los velones, los zapatos nuevos.... y cuando ya se estaba haciendo de noche,  los vecinos nos íbamos reuniendo en la Parroquia San Nicasio.

Los tambores de la banda marcaban el ritmo del paso. Las cornetas esperaban su turno para hablar.

Capiruchos negros, ocultando las caras de los cofrades que acompañaban al Santo Cristo en la procesión. Mujeres y hombres descalzos o de rodillas cumpliendo una promesa.

Y nosotros acompañándoles a ellos con nuestra vela de medio metro encendida.

Una parada. Una saeta desde el balcón. La voz de alguna devota resonaba en el aire. El sentimiento religioso llegaba a todos los corazones a través de los oídos.

Mientras tanto, yo dejaba caer una gota de cera derretida en mi mano. Estaba caliente, pero no quemaba. Luego hacía dibujos en la acera, dejando caer unas cuantas gotas más.

Cuando llegaban las 11 de la noche, ya no podía más. El sueño y sobre todo el dolor de mis pies hacía que mi deseo de llegar a casa, fuese infinito.

Por fin, y cerca ya de media noche, llegábamos de nuevo, al punto de partida.

El velón, prácticamente consumido, nos anunciaba el fin del Via Crucis.